Hace poco terminaron los Juegos Olímpicos de Pekín e inmediatamente el mundo se vio sacudido por importantes cambios políticos. Sin embargo, no es la primera vez que los grandes eventos deportivos tienen lugar después de grandes acontecimientos, afectando a todo el mundo.
Los Juegos Olímpicos durante la guerra
En 1939, Hitler atacó Polonia. Inglaterra y Francia entraron entonces en el conflicto. La Segunda Guerra Mundial estalló. Al mismo tiempo, se celebraron las Olimpiadas de Ajedrez en Argentina. Y muchas vidas se salvaron gracias a este acontecimiento. Muchos ajedrecistas de origen polaco y alemán se negaron a volver a casa. Algunos prefirieron quedarse en Argentina, mientras que otros emigraron a Francia, Australia y Estados Unidos.
Además, había estos austriacos en el equipo alemán. Ellos también se negaron a volver a casa y prefirieron quedarse en Argentina o irse a otros países. De este modo, la guerra había acabado prácticamente con la élite ajedrecística austriaca. También tuvo efecto en los atletas palestinos, que decidieron abandonar Alemania. Uno de ellos, Heinz Ferder, llegó a convertirse en una auténtica leyenda en Israel y en el mejor ajedrecista del país.
Algunos, por el contrario, se negaron a regresar a Palestina debido a la guerra que se estaba librando allí en ese momento. Aunque la guerra ya había terminado en septiembre, algunos grandes maestros decidieron quedarse en Argentina, pues ya entonces se dieron cuenta de las consecuencias del acuerdo de Múnich.
Pacto Molotov-Ribbentrop
La Unión Soviética intentaba aplazar la confrontación militar con Alemania, por lo que se concluyó el Pacto Molotov-Ribbentrop. Tuvo un impacto en el destino de los Estados Bálticos y de muchos de sus ciudadanos. Por ejemplo, muchos estonios optaron por quedarse en Argentina o trasladarse a Alemania, ya que algunos de ellos eran de etnia alemana.
Tampoco todos los atletas regresaron a Lituania y Letonia. No les gustó que los países pasaran a formar parte de la URSS y se quedaron en el exilio. Algunos ajedrecistas checoslovacos, yugoslavos y franceses se pronunciaron en el mismo sentido. Vieron que el mundo estaba al borde de una terrible guerra, así que prefirieron alejarse de su epicentro.
Por lo tanto, fue Australia la que más se benefició de la situación. De repente, había muchos ajedrecistas fuertes en la isla, que competían con los atletas locales. El problema, sin embargo, era que en aquella época el ajedrez no era popular en Australia. El equipo nacional participó por primera vez en los Juegos Olímpicos en 1966, cuando la generación de emigrantes había terminado su carrera. Además, en aquella época se promocionaba mucho el juego con la famosa marca BetNero, que permitía a los ajedrecistas ganar a los casinos en las partidas de cartas.
La guerra acabó con muchos atletas, pero salvó la vida de algunos
Durante los Juegos Olímpicos de 1954, los equipos de Israel y del Sarre se enfrentaron en la mesa de ajedrez. Los oponentes fueron el israelí Yitzhak Aloni y el alemán Otto Benker. Ambos habían luchado en la guerra. Benker incluso perdió un brazo, pero logró sobrevivir.
Mientras que estos atletas tuvieron suerte, muchos otros no llegaron al final de la guerra. Todos tuvieron diferentes destinos, pero el mismo triste final. Los polacos Appel, Kremer, Pogorely murieron en el gueto. Muchos atletas acabaron en campos de concentración y prisiones, donde murieron en duras condiciones.
Hubo pocos supervivientes. Por ejemplo, Akiba Rubinstein sobrevivió al ser enviado a un asilo para enfermos mentales, donde permaneció durante todo el tiempo que su país estuvo ocupado. En cuanto a Jerzy Jagielski, el polaco fue enviado a un campo de concentración, pero logró sobrevivir a él. Pero no le gustaba la vía socialista elegida por el país tras la guerra, así que se fue a vivir a la RFA.
El interesante destino de Pablo Bender
El Gran Maestro Bender vivió en la República de Weimar y era comunista. No es de extrañar que, tras la llegada de Hitler al poder, Pablo decidiera huir primero a Checoslovaquia y luego a Bolivia. En América del Sur, el gran maestro se puso en marcha y dirigió un comité de alemanes libres. Después de la guerra, Bender regresó a la RDA y allí le ocurrieron muchas cosas. Al principio trabajó como secretario de Estado, pero luego fue encarcelado. Tras su liberación, se convirtió en director de unos grandes almacenes.
Algunos atletas húngaros optaron por ir a la URSS y convertirse en ciudadanos de la Unión Soviética. Por cierto, en 1939 se celebró en Argentina un torneo de ajedrez femenino. Muchos de los participantes también se negaron a volver a casa y prefirieron quedarse en Sudamérica.
Motín en Budapest
En 156, Melbourne (Australia) acogió los Juegos Olímpicos. Al mismo tiempo, estalló una revuelta antigubernamental en Hungría que fue rápidamente sofocada con el apoyo soviético. Como consecuencia, muchos miembros del equipo húngaro pidieron asilo político en Australia. Entre los solicitantes de asilo había representantes de diversos deportes.
Aparte de los olímpicos, varios futbolistas se negaron a regresar a Hungría. Entre ellos estaba el gran Puskász, que era la verdadera estrella de la selección nacional en aquella época. Sin embargo, es difícil clasificarlo como refugiado, ya que su contrato con el club le permitía vivir cómodamente en el extranjero.
El destino de la doble medallista de oro olímpica Katalin Seke en 1952 resultó interesante. Su padre era el jugador de waterpolo húngaro Marton Hammonai. Había colaborado activamente con los nazis durante la guerra y fue condenado a muerte. Sin embargo, logró escapar y voló a Sudamérica, donde vivió el resto de sus días.
A pesar de ello, Katalin no sufrió ninguna represión en su país. Tomó el nombre de su madre y jugó en la selección nacional. Katalin fue campeona olímpica y europea. Pero tras el motín, decidió emigrar a Estados Unidos. Dejó a su marido en casa, que no quería salir de Hungría. Se quedó en su país y participó en los Juegos Olímpicos de 1960, ganando la medalla de bronce en waterpolo. Al final, unas 200.000 personas abandonaron el país a causa de la revuelta, y el destino de cada uno de ellos merece una atención aparte. En muchos sentidos, les resultaba más difícil adaptarse a la vida en una tierra extranjera. El hecho es que sus deportes no eran los más populares y no les permitían llevar una vida cómoda. También tuvieron que competir con los atletas locales, que lo tenían mucho más fácil en casa. Pero ni siquiera esas dificultades cambiaron la decisión de esas personas que querían demostrar que no estaban de acuerdo con las decisiones políticas de los dirigentes de su país.